Isaac Rosa. Foto Rocío Parrilla

No creo que se pueda explicar lo que siente una persona que haya pasado por un desahucio. Si no lo vives y no lo experimentas resulta muy complicado poder entenderlo. Es algo parecido a cuándo pierdes un ser querido, ¿cómo ponerse en su lugar si no te ha ocurrido nunca?. ‘Aquí vivió: historia de un desahucio’ de Isaac Rosa es una novela gráfica que nos habla de los desahucios desde otra perspectiva, quizás desde la esperanza de que la unión hace la fuerza, desde la creencia de que no nos estamos deshumanizando y desde el anhelo de que lo ocurrido no sea más que un espejismo pero no olvidemos, nunca olvidar.

En la novela narras una historia de ficción pero con una temática muy real

Tuvimos muy claro desde el principio que queríamos hacer una historia de ficción, no algo testimonial a partir de historias reales, ni tampoco queríamos hacer periodismo (aunque hay muy buenos ejemplos de que se puede hacer periodismo desde el cómic), ni un informe exhaustivo sobre desahucios, sino que queríamos contar una historia. Lo que sí es cierto es que está basada en muchas vivencias que nos han contado por el camino, en muchas historias que hemos conocido de personas afectadas, de activistas, de plataformas… Fruto de todo ese trabajo de calle y de todo lo que hemos aprendido ha salido al final este libro.

Su protagonista es una adolescente, Alicia, puede llamarnos la atención que alguien tan joven nos guíe o introduzca en este tema

No buscábamos contar, sin más, la historia de una familia desahuciada desde el principio, sino que queríamos llegar a los desahucios dando un rodeo a través de otro punto de vista, que no fuera el que uno se espera, el previsible para una historia de desahucios, y que en este caso es el de la familia que llega a la casa después y que ve los desahucios como un tema que no es suyo, como un problema de otros. Pero además nos gustaba el punto de vista de un adolescente porque tiene, por un lado, un componente de ingenuidad que yo creo que es la forma en la que todos vemos los desahucios, por falta de información, pero también tiene capacidad de sorprenderse e indignarse, algo que seguramente como sociedad vamos perdiendo y ya no nos queda.

Al ser una novela gráfica, ¿ha sido difícil ir descartando texto y quedarse con lo esencial para su comprensión por aquello de que es un lenguaje diferente?

Al principio me pasaba lo que le pasará a cualquier escritor que de repente intenta hacer un guión de cómic, que usaba demasiadas palabras. En sucesivas reescrituras iba eliminando bocadillos de texto y cartelas informativas, porque al final te das cuenta, cuando ya lo has dibujado, que hay redundancia y que la historia se cuenta por sí sola.

¿Como coincidísteis Cristina y tú?

Cristina se incorporó ya con el proyecto un poco avanzado. Yo quería escribir sobre desahucios y estaba buscando cómo contar esa historia, apareció por el camino Nube de Tinta (la editorial) que quería abrir una colección de novela gráfica, de cómic, que tuviera una mirada social, y que además llegara a un público amplio, a los más jóvenes. Me propusieron participar en el primer libro y vi la oportunidad de contar precisamente esa historia y hacerlo de manera diferente. Cuando maduramos un poco la idea y decidimos sobre todo qué líneas de dibujo queríamos y cómo pretendíamos que se viera esta historia fue cuando empezamos a buscar dibujante. Probamos a tres o cuatro con una prueba de guion y nos quedamos enseguida con Cristina porque nos gustó y nos parecía que encajaba perfectamente con la línea visual que queríamos darle a este proyecto.

Nos ha llamado la atención los colores

Si ves un cómic que pone Historia de un Desahucio te esperas que la parte visual va a ser dibujo en blanco y negro, dramático, duro, oscuro, etc., porque tienes la imagen del desahucio como algo trágico, y nosotros buscábamos todo lo contrario. Nuestra idea era un dibujo más luminoso, más amable –como el que hace Cristina- para romper con lo previsible, y también por mostrar lo que queríamos acabar enseñando en el libro, el aspecto más positivo sobre esta historia que es la lucha contra los desahucios, contar esa otra cara que se conoce menos.

¿Podemos lograr o entender cómo se siente alguien que haya sido desahuciado?

El problema es que todo lo que rodea al desahucio es invisible. Solamente vemos, cuando lo vemos, porque últimamente las televisiones o los fotógrafos ya no van a los desahucios que se siguen produciendo, pero cuándo eso pasaba sólo veíamos el momento del desahucio. Todos tenemos en mente las imágenes de la familia, la policía y los activistas saliendo de la casa, pero realmente lo que permite entender esta situación es todo lo anterior, todo el largo proceso hasta llegar al desahucio porque es un proceso largo, es una cuesta abajo de deterioros social y económico. Y tampoco se ve lo que viene después, ¿qué pasa con esas familias? Además este proceso provoca una onda expansiva que afecta también a los familiares, a sus vecinos, su barrio y su entorno. Sin ver todo eso es muy difícil entender lo que es un desahucio. Incluso viendo todo eso a mí me resulta muy complicado ponerme en el lugar de un desahuciado. Yo me he mudado muchas veces de casa porque he vivido de alquiler siempre y a mí cada mudanza me ha dolido porque dejaba una parte de mi vida, y eran mudanzas voluntarias, pero dejar una casa en la que has pasado años supone dejar una parte de ti, de tu memoria, de tu proyecto de vida,etc., pensándolo así te haces una idea muy lejana de lo que debe ser perder una casa en las circunstancias tan duras en las que lo hacen los desahuciados. Aparte de eso yo no quería -como se suele decir- dar voz a los que no tienen voz, porque ellos ya la tienen. Están ahí para quienes quieran escucharlos y si uno va a una plataforma o a una asamblea les van a contar su historia, y eso no hay quien lo sustituya.

¿Hay datos reales de cuántas personas se han visto afectadas por desahucios?

Hay aproximaciones pero no un dato definitivo. Al final hay una guerra de cifras donde te dan distintos números, unas veces incluyen sólo las hipotecas, otras veces resulta que por medio están también los locales comerciales, no se sabe si es primera vivienda pero deja fuera los alquileres… En resumen, no hay una cifra definitiva que nos diga este es el número de personas que han perdido su casa en los últimos años. Creo que no la hay por la misma razón que sigue habiendo desahucios y no se paran, porque no hay voluntad política. Realmente no quieren que sepamos hasta dónde ha llegado esto. Mientras estemos moviéndonos en cifras tan dispares de decenas de miles o cientos de miles será como algo que está sin definir, parecen que son muchos pero no sabemos cuántos. Si supiéramos la cifra exacta seguramente nos escandalizaría hasta dónde ha llegado este problema y todavía sigue.

¿Qué te ha aportado este libro?

Con este libro he aprendido mucho. Por un lado está la experiencia del cómic, de trabajar en equipo, en comparación a cuándo escribes una novela que escribes tú sólo y no hay nadie más. Y por otro lado, aún más importante, he aprendido mucho en el trabajo de calle. Yo creía saber sobre los desahucios. Cuando empecé a hablar con afectados e ir a asambleas me di cuenta de que tenía muchos prejuicios e información errónea. He visto cómo gente que ha pasado por esta experiencia -que es de lo peor que te puede ocurrir- han sido capaces de recuperarse como personas y luego de organizarse y juntarse con otros y pelear por lo suyo. Algo admirable y que impresiona mucho. Siempre que vas a una asamblea normalmente te encuentras con gente en distintos momentos del proceso. Están los que acaban de llegar, que es su primer día, y vienen con la orden de desahucio muertos de miedo sientiéndose solos y fracasados, pero también están los que llevan un par de meses y ya han comenzado a recuperarse y que les apoyan diciendo: ‘no tengas miedo que no te vas a quedar en la calle. No vamos a dejar que te echen y no te preocupes que no te van a quitar a tus niños’. Por otra parte están los que llevan años y que incluso han podido resolver su problema de vivienda -más o menos-, y que se han quedado como activistas. Ahí ves cómo las plataformas de afectados por la hipoteca han estado haciendo todos estos años lo que no han hecho las administraciones. Han parado desahucios, que lo tenían que haber hecho los gobiernos municipales, autonómicos o los que fueran; han estado dando casas a gente que no tenía; han estado presionando a los bancos para que aceptaran daciones en pago, que eso lo podía haber hecho un ministro o un consejero levantando un teléfono y hablando con el banco y no lo hicieron; han ocupado oficinas bancarias, etc.

¿Terminamos con un deseo?

A mí me gustaría pensar que en unos años los desahucios hayan quedado atrás y que realmente hablemos en pasado, pero a día de hoy sigue habiéndolos. Se podría resolver mañana mismo firmando un decreto o cambiando una ley en el Parlamento con una serie de medidas urgentes, pero como digo, no hay voluntad política, no la ha habido estos años y sigue sin haberla.

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