
Como una excepción extrañamente corriente que se pierde en el Congreso, supongo que este proceso nos dirá algo que no sepamos en algún momento, por ejemplo, la noticia que no dio el telediario: Alguien, no se sabe bien quién, está intentando esconder un elefante detrás de sí mismo. Es decir, alguien, ignoramos quién, camina por el Congreso de los Diputados (y diputadas) con un elefante detrás, pero el resto (que tampoco sabemos quiénes somos) no es (quizás sería mejor decir «no somos») capaz (o capaces) de verlo todavía.
Entonces el tipo entra en el Congreso como si tal cosa, atiende a la prensa; atiende a la gente que se agolpa delante de las vallas que impiden que la popular entre en el Congreso y se de cuenta de que allí se hacen las leyes; atiende a los dos leones; se saca una foto; saluda a los ujieres y ocupa su escaño. Si ustedes lo piensan, en el caso de que en vez de un diputado hubiera sido alguien no electo, véase un señor fascista de bigotes y tirantes que disfruta imponiendo sus voluntades, veríamos a un señor fascista okupando un escaño. Supongo que, posteriormente, tendría la necesidad de encarcelarse a sí mismo. En cualquier caso, todo ello lo ha hecho alguien con un elefante escondido justo detrás.
Y entra en el Congreso y el elefante le sigue, yendo por los pasillos arañando las paredes con sus cuernos y rompiendo los cuadros, destartalándolo todo. Y el señor entra en el salón de plenos y el elefante le sigue disimulando, pero enorme. Al elefante le cuesta trabajo entrar, pero lo consigue rompiendo la pared y la puerta. Los que llegaron después no se fijaron en que había una puerta que no estaba. Pasaron al salón de plenos como pasa el verano. Tampoco se dieron cuenta de las manchas, ni de los estropicios; encontraron ciertos obstáculos (escombros, restos de maderas…) pero los vadearon con miedo de no estropear sus zapatos lustrados.
Salieron a hablar a la tribuna unos señores mientras el elefante, desde el graderío, emitía bramidos elefantásticos sin que nadie se diera cuenta. A la media hora y loco por llamar la atención, el elefante sale a la tribuna y da un discurso serio y bien estructurado que, por alguna razón, es ignorado por la televisión. Entonces, la representación popular se da cuenta de que el elefante tiene más cosas que decir que el señor que trataba de esconderlo, razón de más para preocuparse. ¿De qué partido es el elefante? ¿Cómo ha entrado el elefante? Nosotros diremos que el elefante quiere pisar donde no debe y entablar relaciones con el África más dictatorial. Nosotros diremos que el elefante no se preocupa por la gente. Nosotros argumentaremos sobre el hecho de que el elefante ha entrado al congreso desnudo. Y nosotros diremos que no apuesta por la educación.
Al día siguiente la prensa recoge que hay, por fin, acuerdo, pero es en torno al elefante. «Los elefantes no deben entrar en el Congreso, menos si van desnudos y no se preocupan por la gente (ni por los elefantes), queriendo entablar relaciones con el África más dictatorial y sin tener ningún tipo de perspectiva para una posible reforma educativa». Votos a favor: 349. Votos en contra: 0. Abstenciones: 1. El de Coalición Canaria, que opina (muy sofísticamente) que hay que dejar hablar al elefante bajo cualquier circunstancia.
Es en ese momento que se convoca a través de facebook una manifestación en la puerta del Congreso bajo el nombre de «Libertad mamífera». Los hay que secundan, los hay que no secundan, pero al mes el elefante ya va por el Congreso como si aquello fuera su casa. Saluda a los ujieres, que le preparan un despacho, pide un café al camarero, entabla conversación con el personal de limpieza y se siente realizado por haber llevado la causa mamífera al Congreso de los Diputados. Es entonces que la Presidencia de la Cámara se da cuenta de que el elefante no es un ser electo para el escaño que está okupando y, siendo la propiedad privada una institución constitucional, echa al elefante del Congreso.
Al día siguiente hay una manifestación de elefantes en la Carrera de San Jerónimo, lugar donde se alza la Cámara de representación. Los elefantes derrumban el Congreso y se hacen con el control de la población, el ejército no supo reaccionar, y ahora es un ejército de elefantes. El Elefante es el nuevo presidente de la I República Elefancrática Española. El señor que lo escondió cuando entró al Congreso es el Vice-Presidente. El elefante se acuerda de la gente que le ayudó en los momentos más duros, cuando llego desnudo del África más dictatorial, pero sin preocuparse demasiado por la gente.