Y ganó Trump. O perdió Clinton. Y los americanos perdieron el 8 de noviembre, si no lo habían hecho mucho antes.
En España despertábamos con la noticia (los que al menos dormimos esa noche) de la elección del nuevo presidente norteamericano. Volaron los “memes” (si la inventiva de Twitter contara para el PIB, España sería otra cosa), los artículos en prensa, los mensajes en Whatsapp, y hasta antiguas escenas de “Los Simpsons”.
Entre las tantas cosas que volaron, aterrizaron en redes como Facebook muchísimos análisis de fondo. Uno podía pasar fácilmente la mañana del miércoles entre vídeos, textos y gráficas de las elecciones y de los candidatos. El mundo global en la red de personas más extensa del planeta. La inmediatez de la información.
Hasta que me di cuenta de que hubo un análisis que no leí: el de las reacciones españolas.
Como mi amigo Fernan aventuraba en su análisis de la Pasarela Posturèe de París, no tardaron en llegar los “no sabía que tenía tantos amigos politólogos”, “¿Desde cuándo tenéis el máster en política americana?”…
Las reacciones de este tipo las leyeron ustedes seguro, no les cuento nada nuevo, incluso puede que escribieran alguna de ellas pero, quizás no pensaron en las personas que criticaban con ellas: A los chicos y chicas de veinte años que construyeron textos argumentativos basados en razones y evidencias. A sus otros amigos de Facebook que dedicaron una parte valiosa de su tiempo en estudiar el “gerrymandering” o hablar del sistema de electores en EEUU. En el postureo contra-postureo se atacaba a la persona que seguía con pasión el avance de los resultados en las elecciones al Senado, o trasnochó para seguir el avance de una noche que podía cambiar el rumbo del mundo.
Son ellos los que, enfurruñados, mascullan un “la gente no tiene ni puta idea de lo que vota” cuando ven al votante del otro color; poco antes de cambiar al canal que les cuente lo que les gusta. Los mismos que dicen que leer está muerto si no es el Marca y creen que sus aficiones son las únicas que importan.
Como esto no tiene pinta de cambiar, yo sólo me dirijo a ambas partes para decirles:
A los que estudiaron, leyeron y aprendieron en cada línea: que no decaigan.
A todos los contra-postureos intelectuales, la solución más sencilla: cuando vean un análisis político en Facebook, pongan su dedo pulgar en la parte baja de la pantalla, arrastren hacia la parte superior de la misma, y murmullen: “Muera la inteligencia, viva la muerte”.